Ayer tuve la hermosa fortuna de
tener un contacto con la naturaleza, un espacio en el campo, acompañado de un
esplendoroso rio con su agua fría por su cercanía a su nacimiento en las
montañas de los Farallones en el Valle del Cauca colombiano, la vegetación frondosa,
el aire fresco y sin la contaminación de la urbe, y por supuesto, el radiante
sol del verano, en síntesis, un perfecto contacto con lo elementales del agua,
aire, tierra y el fuego –representado por el radiante Sol.
Circunstancia propicia para
engalanar ese encuentro también con una profunda meditación hacia el interior
del Ser, valorando lo sencillo de la vida: ¡lo natural!
No obstante, la vida te presenta
circunstancias que son verdaderas lecciones y oportunidades para este continuo
aprendizaje. Al retirarme del sitio tuve el antojo de degustar unos dulces de
la zona y al realizar la transacción con la persona que lo suministraba
sucedió, en ese momento, algo que me sorprendió: ¡un tremendo enredo en una operación
de sencilla aritmética! Debí acudir a un benévolo transeúnte que me colaborará
como testigo y ayuda para la vendedora y comprendería la sencilla transacción que
habíamos realizado.
Pero, ¿acaso lo sorprendente es
un “enredo en una operación aritmética”? No. En estos lares, todavía se puede
observar personas que infortunadamente no han tenido un contacto con el
aprendizaje tradicional, y con el aprendizaje de la vida misma deben hacer sus
propios esfuerzos por subsistir, entre ellos lanzarse a ser vendedores
informales de producto elaborados por ellos mismos y a partir de la misma
practica de las transacciones que realizan aplican el sumar y restar. Entonces,
esto no es lo sorprendente, lo que causó la oportunidad de aprendizaje fue: ¡mi
reacción!.
Sí claro, después de haber estado
en contacto con la naturaleza y aprovechado para meditar, agradecer a la madre
tierra por todo su esplendor y entrega sin pedir nada a cambio, era de presumir
que me encontrara lleno de tranquilidad, serenidad, compasivo y comprensivo, y
por supuesto, ejecute toda capacidad para hacerme comprender de esa persona que
el Universo había colocado en mi camino…, pero, llegó la lección, esa paciencia
se fue convirtiendo en impotencia, el lenguaje no verbal (lenguaje corporal) hizo
su aparición, hasta el punto de llevar mis manos a la cabeza e implorar a Dios
que me suministrará las herramientas para hacerme comprender, en síntesis, las
emociones afloraron en molestia e incomprensión.
Sí, así es, a pesar del
conocimiento que se pueda tener, es posible encontrarse con personas con nuestras
propias debilidades (hacemos lo mejor que podemos con lo mejor que sabemos) y se
debería ser comprensivo; sin embargo, algo salta en el interior, en el
inconsciente. ¿Qué será? ¿Qué recuerdos están en el subconsciente que nos hace
molestar? ¿Qué modelo mental está arraigado que no nos permite que aflore lo
que deseamos: ser comprensivo y compasivo? ¿Qué nos sucedió en esta vida
peregrina que no hemos podido desterrar?
Son tantas las preguntas que no terminaría
el artículo con mis respuestas. Lo único cierto es que mi pretendido control
mental fundamentado en la serenidad, la comprensión y la compasión fue puesto a
prueba y… ¡falló!. Me incomode, me fastidie, me altere, por lo tanto, me demostré
que no hay ninguna salida diferente al vivir cada instante en su máxima expresión,
cualquier meta u objetivo futuro solo se logra en un instante: el presente…, y
cada mañana, será un nuevo presente y así sucesivamente.
Esa circunstancia específica
sucedió ayer -que ya es pasado. Pero lo hermoso de la oportunidad del
aprendizaje, es que solo unos minutos después del incidente, ya lo había desestimado,
ya estaba en el presente, sin sentimientos de culpa, sin remordimientos por mi
reacción a lo sucedido. Eso sí, elevando una plegaria al Altísimo, dándole gracia
por dos cosas:
1. Por
haber puesto a esa persona en mi camino, primero, por que suministró el
exquisito dulce que luego deguste con un placer inmenso, y dos, por haber
puesto a prueba mi control emocional (toda persona y circunstancia tiene algo
que ver contigo: ¡no lo olvides!);
2. Por
enseñarme que las emociones y sentimientos son parte de nosotros –querámoslo o
no- que podemos apreciarlas, amarlas, y dejarlas ir, es decir, no apegarnos, ni
engancharnos con ellas. Si sucedió, sucedió, y ya nada se podrá hacer. Entre
más luches por erradicarla, mas se acentuara, y más se repetirán.
Por lo anterior, continuo y continuaré
repitiendo con el poeta Antonio Machado: “caminante no hay camino, se hace camino
al andar…”
Hermano lector, que el Altísimo
te bendiga en prosperidad y abundancia, en todos los sentidos de tu vida, en
unión de quienes ama.
Hasta pronto,
RAMÓN JOSÉ COLLANTE DE LAS SALAS
Martes, 07 de agosto de 2012
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